jueves, 1 de abril de 2010

El Primer encuentro

Una noche me encontré sola, delante de la puerta de mi restaurante favorito, con mis mejores zapatos y la sonrisa perdida. Aquella salida nocturna obligada ideada por mi mejor amiga con la intencion de olvidar lo ocurrido supuso una lanza mas a mi orgullo herido. Sin quererlo me vi en la situación de abortar el plan ya que ella en el último momento había descubierto para esa noche una mejor compañía, esa de la que yo me habia desprendido hacia muy poco...realmente poco.
De nuevo ese orgullo del que hago gala salió a flote para convertirse en una de las mejores ideas que he tenido hasta entonces.
Decidida empujé la puerta del local y me acerqué hasta la mesa que siempre reservaba desde hacía cinco años. La carta apareció frente a mi poco después ofrecida por unas manos fuertes que llamaron mi atención. Alcé la vista para agradecer el gesto y un rostro nuevo me hizo sonreir. Nunca el color verde me habia parecido tan ipnótico y mi mano se quedó enganchada a las tapas de cuero que sostenian aquellas manos, la sonrisa fue la respuesta de una boca sugerente que se encontraba bajo aquellos ojos verdes. -"Le dejo unos minutos para que pueda decidirse"- Mientras se alejaba no puede dejar de observar su trasero, momento en el que me di cuenta de lo descarado de aquella situación, un par de segundos me hicieron falta para comprender que habia vuelto al mundo.
Casi sin poder concentrarme en los exquisitos platos que practicamente me conocía al dedillo, volvi a escuchar aquella voz:
-¿Sabe ya lo que tomará...o bien prefiere esperar a que llegue su acompañante?
-¡No no!, cenaré sola no se preocupe...traigame el salmón al vino...y una copa de Lambrusco.
-Muy bien...¿Desea algo mas señorita?
-Asi estará bien gracias...
De repente me sentí ridicula, no había mostrado ni el mayor interés, ni un deslíz en la mirada, y pensé que quizás no estuviera preparada todavía.
La copa de vino desapareció rapidamente, la primera y las dos siguientes que saciaron mi sed hasta que terminé de cenar. Practicamente la noche había transcurrido entre cruces de miradas, leves sonrisas, un absurdo juego de mi interés y la amabilidad de un camarero servicial. Sin más, hasta que pedí la cuenta con mis mejillas sonrojadas por el vino y practicamente la sala vacía a mi alrededor. Luces tenues me hacia recordar viejos momentos, que desaparecían en cada encuentro con aquellos ojos verdes, esta vez reflejados en la bandeja de plata que contenia solamente una nota "
invita la casa". No comprendí hasta ver de nuevo aquella mano fuerte.
-Me llamo Luis...
-...Elena.-pude decir mientras le estrechaba la mano-
-Estás invitada Elena.
Simplemente se dió la vuelta y fué en busca de mi chaqueta, el poco recuerdo de vivir estos momentos me hizo sentir entre halagada y apresurada por saber como reaccionar ante aquel detalle.
Una vez en la puerta sentí como se apagaban las luces tras de mi, me alejé unos pasos y encendí un cigarrillo, no sabía muy bien que hacer ahora y tras unos minutos, en el momento en el que mis zapatos aplastaban aquel cigarrillo contra el suelo me sobresaltó un fuerte golpe y me dí la vuelta.
Cual gato en un callejón oscuro, de nuevo aquellos ojos verdes me miraban.
-Disculpa, estaba desaciéndome de toda esta basura... suelo divertirme intentando despertar a la vecina del primer piso...¿has estado aqui todo este tiempo?
-No tenía muy claro donde ir....-él se volivió observando el interior del restaurante-
-Un momento, no tardo.
Poco después otra botella de vino se descorchaba, esta vez sobre la mesa del salón de mi casa. Entre las risas y tantos juegos de palabras mi cuerpo reposaba sobre la alfombra confundido por el alcohol. Se hizo el silencio, cerré los ojos y al volver a abrirlos aquellas manos tan bonitas, de piel morena, intentaban ponerme en pié.
Su cara quedó a unos centimetros de la mia, y esta vez pude ver claramente las intenciones de aquellos ojos que me miraban con interés, cada vez mas cerca hasta que no pude diferenciar nada. Desapareció el color verde de mi vista, cerre mis ojos para sentir solamente aquellos labios sobre los mios, notando cada movimiento, como mis labios se cruzaban con los suyos, como cada vez Luis abría más los suyos queriéndome atrapar en su boca. Noté su lengua probando la mía, noté sus manos confundidas sin saber a donde ir.
En ese momento me sentí totalmente segura y le guié bajo mi vestido. Comenzó apretando mis muslos mientras no dejaba escapar el sabor de mi boca ni un solo momento. Mientras, yo notaba la fuerza en sus brazos, como su piel se mostraba igual que ante el frío, erizada y temblorosa. Poco a poco lo arrastré hasta mi cuarto, cubierto de ropa por todas partes en mi larga decisión del vestido de aquella noche que de repente apareció entre otras manos, vi como lo dejaba caer al suelo y se confundía con el resto. Tiré fuerte hacia arriba de aquella camiseta negra dejándome ver aquel vientre plano, fuerte y con un color dorado que me volvió loca.
Mis sábanas seguían arrugadas sobre la cama y sin saber como, acabamos enredados entre ellas. Vi como la cremallera de aquel pantalón relentizaba toda aquella historia y le ayudé torpemente como pude, nerviosa y loca de deseo por ver aquel cuerpo desnudo de una vez por todas. Desapareció la ropa y la cortesía, los modales y todo lo aprendido por aquel camarero que me había servido aquella noche. Ahora tocaba disfrutar de nuestros cuerpos, tocaba besar aquel pecho que comenzaba a sudar debido al calor de aquella noche. Comenzé a resbalar sobre aquella piel y por un momento me agarró las manos fuertemente y me tumbó con mas fuerza todavía sobre mi cama besando mis pechos y rozando su lengua en mis pezones, tan duros como ya no recordaba. Noté el calor de su aliento en mi pecho, su saliva impregnando los pezones, mi vientre temblando, nervioso ante aquel hombre, mis labios palpitando y humedeciéndose cada vez más. Sabía que el notaba todo aquello y me dejé en sus manos, aquellas manos tan masculinas que separaron mis muslos suavemente para darme aún mas placer.
En el momento en que entró no pude evitar gemir sin saber siquiera lo que hacía, sin pensar me dediqué a tenerle dentro, a abrazar su espalda observando aquellos ojos, aquel color verde, me centré en su mirada, en como me deseaba y como me hacía sentir. Pude leer el deseo en ellos, casi sabía lo que pensaba y un "
si" fuerte se escapó de mis labios en el momento que mis manos agarraban su culo, que se apretaba a cada empujón.
Mis pechos se movían de arriba a abajo y pude ver como los seguía con la mirada casi sin perder el ritmo que llevaban en aquella carrera que se aceleraba más y más mientras se acercaba a mí. Sus caderas quedaron apretadas contra las mías balanceándose sin pausa mientras mis pezones quedaban atrapados entre sus dedos humedecidos al haber entrado antes en mi boca.
Gemía con fuerza, no me importaba no conocerle, simplemente me dejé llevar por el placer que me daba su cuerpo. Me agarré con fuerza a la cama, respiraba cada vez mas rápido, los músculos de mi vientre se apretaban y no se de que forma pude notar los impulsos de mi coño en el momento que recibí el orgasmo mas espectacular de mi vida, note cada latido, el calor y la humedad a la vez que mi espalda se curvaba sobre el colchón. Aquel pene resbalaba ahora dentro de mí con un deseo cada vez más vivo, de modo que cada embestida fué más rápida y su fuerza en aumentoí dejando asi paso a un ritmo acelerado de palmadas contra mis nalgas que resonaban en mis oídos. Fué un bello aplauso para el final de una hora ardiente en la que me encontré envuelta en los deseos de un hombre que ahora se encontraba exhausto sobre mi cama con una respiración acelerada y unas pupilas dilatadas invadiendo el color de aquellos ojos que acababan de hacerme el amor con locura.
Sin duda, fué un primer encuentro con una nueva vida...

(Segunda parte: "Un recuerdo entre mis sábanas")

1 comentarios:

Anónimo dijo...

me encanta!! eres la mejor XD
sigue así... y... sigue con esta historia que está muy interesante

8 de abril de 2010, 16:09

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