jueves, 1 de abril de 2010

Un recuerdo entre mis sábanas

Pasaron días en los que casi no pude dormir recordándo lo que sucedió aquella noche, como sin pensarlo siquiera, recuperé un trozo de mí que había olvidado por completo. Cada noche después del trabajo volvía a aquella cama donde me había hecho suya y donde me había descubierto que todavía existen cosas buenas en este mundo. Me acostaba en aquellas sábanas de seda blanca, suaves y frescas pero que ya no guardaban el calor de su cuerpo, sinó del mio, que seguía caliente tras solo recordar un segundo de nuestro encuentro, aquella locura que apareció de repente en aquella noche tras una triste cena, sola y olvidada del mundo.
De nuevo deseaba repetirlo, pero un pudor absurdo me agarraba fuerte a aquella cama, dejándome solo con su recuerdo e impidiendome volver a aquella mesa.
Me imaginaba entrando de nuevo en el gran salón, caminando lentamente, dejando resonar mis tacones en el ambiente, captando su atención. En mis delirios veía de nuevo aquellos ojos verdes que me excitaron al primer momento, y en mi cabeza planeaba la forma de volver a enredarme con él.
Era un sufrimiento noche tras noche, el deseo me volvía loca, no podía conciliar el sueño y cada vez que cerraba los ojos estelas verdosas cruzaban mi retina.
Durante días inhalé el aroma que su cuerpo había dejado entre los hilos entretejidos que formaban mis sábanas y reaciente a deshacerme de su embrujo una noche sucumbí a su suave llamada que se empeñaba en encontrar mis pezones con cada roze , erectos ante el recuerdo que en mi cabeza rondaba.
Comencé a deslizar mis manos tal y como el lo había hecho, a pellizcar las puntas hasta hacerme gemir a mi misma, me agarré del pelo tras la sensación de que simplemente con eso me correría, pero no quise.
Bajé y me acerque a mis bragas, metiendo mi mano lentamente por debajo, me acaricié despacio deslizando el dedo corazón de arriba abajo, justo en el centro mientras notaba como cada vez resvalaba con mayor facilidad, haciéndome sentir más aún cada movimiento de mis dedos. Me entretuve un rato hasta que decidí deshacerme de aquellas braguitas húmedas que acabaron en el suelo de mi habitación. Volví de nuevo a mi, era mi momento, estaba sola y excitada solo por un aroma.
Respiré hondo y me impregné de su olor, agarré fuertemente las sábanas entre mis piernas agarrándolas con las manos, las mordí de rabia, necesitaba su cuerpo y recordando el movimiento de aquellas caderas sin darme cuenta iva repitiendo ese mismo balanceo constante, reviviéndolo de nuevo en ese momento, con el suave movimiento de mis caderas. La seda se fué humedeciendo poco a poco y sin prisas yo seguí mi camino. Mientras con una mano tiraba con fuerza de la seda atrapada entre mis piernas, con la otra acariciaba uno de mis pezones con los dedos, en pequeños círculos que hubieran ipnotizado a cualquiera.
Solo pensaba en mi placer, de alguna forma una vez mas ese hombre me deshinivia incluso sin su presencia, haciéndome disfrutar de mi propio cuerpo como nunca lo había hecho hasta ahora.
Seguí adelante con mi ritmo, alargando el momento, no quería que aquello terminase todavia y cuando notaba que llegaba el final me relajaba y esperaba un poco más. Nunca pensé que conseguiría tal cosa, tras unos largos minutos de placer pero resistiéndome a su máximo esplendor, caí rendida en el extasis. Mis tobillos se apretaron el uno contra el otro, mis muslos se fundieron y con toda la fuerza que pudo ejercer mi cuerpo llegué al orgasmo gritando de madrugada una vez más, apretando los puños contra la seda de mis sábanas, arrugando el tejido entre mis dedos, embriagada y es que tan solo su imagen en mi cabeza ya me daba placer, como si su simple recuerdo tuviera manos y lengua y me ayudara en conseguir mi meta.

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