domingo, 18 de abril de 2010

La piel azul

Otra noche más frente a la televisión, el trabajo quedó atrás y solo nuestros pies reposan sobre la mesa ante nosotros, descansados, uno junto al otro. Sin ganas de más solo el uno al otro.
Sin más preocupación, el uno y el otro.
Salvamos la noche con una cena agradable en un viernes como otro cualquiera en aquel, nuestro sofá, lleno de recuerdos y de pasiones.
Su mano se encontraba rodeándome mientras yo me escondía bajo su brazo apoyada sobre su pecho, subiendo y bajando al ritmo de su respiración. Noté como se me herizaba el bello con aquellas caricias que me daba con las yemas de los dedos, tan suave y relajante fué subiendo hasta mi cuello enredándose en mi pelo para llegar a mi oreja y la pellizcó. Volvió a bajar hasta mi brazo, siguió rozándo mi piel con cuidado. Jamás me cansaría de aquellas sencillas caricias.
Levanté mi vista y pude ver el color azulado de su piel envuelta en el ambiente de aquella noche, de aquella luz. Seguía inmerso en aquellas imagenes, con la mirada cansada, pero yo no podía apartar la vista de su perfíl. No podía dejar de mirar sus labios y el movimiento de su garganta tragando saliva, su lengua humedeció sus labios y no pude dejar de imaginarmela recorriéndome entera. Acerqué mis dedos a su boca y jugué con sus labios. Todo aquello era ipnótico, le miraba como si fuese la última vez. Le admiraba, le había puesto un pedestal tan alto que a veces lo veía inalcanzable. Pero realmente era mío, solo mío y aquella noche me apetecía solo para mí. Así que besé su cuello, tan fuerte, ese cuello que me vuelve loca y que me encanta morder con dulzura esté donde esté.
Su mano se acercó ahora a mi cintura agarrando fuerte la tela de mi camisón, aflojando cuando paraban mis besos y volviendo a estrujarme entre sus dedos cuando mordía aquella piel tersa.
Se giró para besarme, no habló, solo me miró y me besó en la frente con cariño, apretándome contra él más todavía. Llevé mi mano a su rostro y le acerqué a mi boca, solo quería un beso más, solo me bastaba eso y le besé en la boca con ganas, primero con la boca cerrada y poco a poco fuí separando mis labios entrelazándolos con los suyos. Conocía cada movimiento pero lo disfrutaba como el primer día. Su lengua tenía el mismo sabor de siempre. No había cambiado nada.
Me excitaba poco a poco y sin prisas, todo era placentero. Notar como cada vello de mi piel se levantaba lentamente y como mi corazón se aceleraba sabiendo que sería mio una vez más. Que dedos tan maravillosos, largos y fuertes que me agarraron el cuello mientras aquel beso duraba y duraba.
Metí mi mano bajo su jersey para palpar su pecho, me temblaba la mano a pesar de estar tan segura, cada vez iva mas rapido pero no quería dejarme llevar tan pronto. Aquel beso interminable seguía invadiéndo no solo mi boca. Un escalofrío me recorria desde el pubis hasta la nuca, donde su mano jugaba con mi cabello suavemente. Me iva excitando cada vez más, llevó su mano hasta uno de mis pechos y lo rodeó lentamente, cogiéndolo somo si fuera lo mas valioso que pudiera tener entre sus manos. Sus dedos resbalaban sobre mi piel con facilidad, cada poro le daba paso, tenía el permiso de mi cuerpo para adentrarse donde quisiera.
Y mientras aquel beso seguía sin extinguirse.
Casi sin darse cuenta su cremallera apareció abierta por mis manos impacientes que se adentraron en su pantalón para notar como crecía aquel pene maravilloso. Me encantaba notarlo bajo al tela, queriéndo escapar, deslizando la palma de mi mano de arriba abajo.
De repente me tendí sobre el sofá a esperarle, apoyé mi cabeza sin dejar de mirar como su boca abierta se había quedado sin beso en un segundo, abrió los ojos y me sonrió mientras se acercó a mi de nuevo.
Mi camisón subía por todo mi cuerpo desnudándome y volviéndome azul, el azul de un viernes frente a la televisión, cansados y ¿aburridos?.
Solo quedaba mi tanga molestando en aquella historia, que se deslizó en cuanto sus manos lo tocaron, parecía que aquel pequeño trozo de tela cumpliera sus ordenes, bajando por mis muslos, enrrollándose sobre si mismo, no sé donde acabó, sigo sin encontrarlo...
Vi como el se quitaba la ropa, tirándola luego al suelo, deshaciéndose de cojines, quitando el sonido de la televisión para dedicarse solo a mi.
Su piel estaba caliente y le abrazé sobre mí agradeciéndo su calor con otro beso. Bajó hasta mi cuello y siguió besándome tan suave...siguió hasta mi pecho tan caliente... recorriendo mis pezones y jugando con ellos, eran suyos, toda yo era suya desde siempre.
Mi ombligo temblaba escapando de su lengua sin conseguirlo y él volvió de nuevo a mi boca acariciándome la cara. Así de cerca pude notar la dureza de su pene entre mis piernas, rozándose contra mí y esperando entrar. Agarré su trasero a la vez que abría más mis piernas, le quería allí, dentro de mí de una vez por todas, una impaciencia absurda pero inevitable. Le empujé hacia mí tan suave y notando cada milimetro que se adentraba en mí, con mis ojos cerrados y notando su aliento en mi cuello. Creí correrme en ese instante mismo. Le cubrí con mis piernas, cruzadas sobre su espalda mientras el me cogía de una mano y jugaba entre mis dedos agarrándolos con fuerza. Me miraba a los ojos, me hacía el amor con la mirada, la misma mirada que me había desvirgado años atrás. Se balanceaba sobre mi tan suave, solo como el sabía hacerlo, tan dentro de mí con un sutil movimiento, pero tan certero que así, tan cerca de mi cuerpo y sus ojos pegados a mi se estrechaba contra mi pubis rebuscando mi clítoris sin prisas. Y allí se quedó, tan cerca, con su pecho pegado a mi y oprimiendo mi respiración en silencio.
Rodeé su rostro con mis manos diciéndole a quellos ojos, sin una sola palabra: "¿Te das cuenta mi amor, ves como me tienes, ves que me vuelves loca?".
Supe al instante que me había entendido, besó de nuevo mi frente, mi sien, mis parpados, mis mejillas sonrojadas, las comisuras de mis labios con aquellos besos blandos y esponjosos.
Y así una vez más, concentrada en su cuerpo sobre mí, abierta a el y sus deseos, me esperó casi sin conseguirlo. Suspiré de placer soltándo el aire de mis pulmones, clavando mis uñas en sus brazos, moviendo mis caderas de arriba a abajo, volviéndome loca del todo tal como le dijeron mis ojos y al segundo noté el calor que me invadió al correrse en mí.
Que maravilloso tenerle tanto, era mío y yo era suya, para siempre, recorriéndome de escalofríos y disfrutándonos el uno al otro. Como siempre me hizo el amor,nada más...

0 comentarios:

Publicar un comentario